martes, 9 de octubre de 2012

CULTURA Y ALTERIDAD ; RAMIRO PODETTI.

[Comentario al libro de Ramiro Podetti: Cultura y alteridad. En torno al sentido de la experiencia latinoamericana. Monte Ávila, Caracas, 2008]


Por Graciela Maturo



¿Porqué ocuparnos de la alteridad más bien que de la identidad? dispara Ramiro Podetti, abriendo el juego al inicio de este jugoso y provocativo ensayo, que fue premiado con toda justicia por el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos.
Y en efecto, en los ámbitos latinoamericanos se habla siempre de identidad, y no de alteridad. El trabajo de Ramiro Podetti, sin embargo, ha desplegado un mapa de la identidad que no deja lugar a dudas; no se trata de la infinita alterización que podría haber enarbolado Foucault, sino de la transculturación que caracteriza a una identidad mestiza, mixta, dialogante, cual es la identidad humanista del subcontinente. Al menos esto es así en mi lectura, y ya se sabe que en toda lectura hay matices puestos por quien lee. El candente y a veces remanido tema de la identidad ha recibido en este libro un nuevo giro estimulante.

La reflexión teórica de los primeros capítulos precede y acompaña al estudio de cinco autores de comienzos del siglo Veinte, bien elegidos por cuanto significan en su coetaneidad, la común asunción del tema de América y la superación del ambiente positivista de la época. Son ellos Rodó, García Calderón, Vasconcelos, Fernando Ortiz, Belaúnde.
José Enrique Rodó, que abrió el siglo con su famoso Ariel, planteaba una cierta idealización de la cultura hispanoamericana, de inspiración netamente liberal, que soslayaba la hibridación de los orígenes. Sus intuiciones fundamentales han quedado, no obstante, corroboradas por los tiempos, en la inevitable contrastación de las Américas del Norte y del Sur. Por su parte tanto Francisco García Calderón como José Vasconcelos llevaron su atención al mestizaje étnico fundacional de nuestros pueblos, que sobrepasa a los aspectos cruentos de la Conquista, e incluso balancea una historia de inequidades. Pero es en las obras de Fernando Ortiz y Víctor Andrés Belaúnde donde se ha presentado, para Podetti, la culminación de esa línea de pensadores que dieron por superado el racismo y el positivismo decimonónicos, aunque éste haya seguido reinando a medias en las aulas universitarias, con distintos matices, hasta el presente.

Ramiro Podetti lo ha afirmado en los primeros capítulos del libro, que hacen a mi juicio lo más sustancial y novedoso de su obra: el humanismo - al que siempre suelo agregar la adjetivación de teándrico, para distinguirlo de los meros humanismos antrópicos de los últimos tiempos - se fue perfilando y aquilatando en el Viejo Continente antes de volcarse en América en uno de esos tramos complejos de la Historia que no se prestan a simplificaciones. Sólo sus frutos en la cultura, las leyes, las costumbres, las artes, la política y la religión pueden permitirnos sopesar la importancia de aquella gesta hispánica que Podetti examina sin prejuicios, provisto de una asombrosa erudición.

Nuestro autor, en seguimiento de Jaspers, sitúa en el inicio de la Modernidad el comienzo de la Historia Universal, jalonada por descubrimientos científicos y técnicos que actuaron como motores de cambios insoslayables. América irrumpe en esa historia del mundo luego de la expansión oceánica para quedar ligada a Europa, de la que sería, según Fuentes, el “espejo enterrado”. Ve claramente Ramiro la significación del Mundo Nuevo en que se gesta precisamente la novedad de un derecho de gentes asentado en la concepción cristiana del hombre. “La historia - afirma- entre el siglo XVI y el siglo XX fue básicamente la interacción entre los procesos locales y el proceso global”. Y advierte sobre el adelantamiento de la noción de comunidad mundial en Francisco de Vitoria, puntualizando el rumbo de un autentico universalismo del cual la actual globalización aparece como una realización parcial y reductiva. A partir de entonces los descubrimientos técnicos, la cartografía, los rumbos del pensamiento filosófico, apuntarían cada vez más al universalismo declarado por los Evangelios, y llevado adelante por Dante, Ficino, Nicolás de Cusa, León Hebreo y el propio Almirante Colón, al servicio de la Corona y de la Iglesia.

Podetti publica un mapamundi de Abraham Ortellius que ilustraba su Theatrum Orbis Terrarum en 1570. Para la consideración mundial, y de los propios americanos, había nacido el Sur. Asomaba el diálogo de las culturas, rechazado, o apenas esbozado, en la Antigüedad. El ensayo de Ramiro Podetti adquiere el peso de un alegato filosófico, no meramente informativo sino hermenéutico y heurístico. No se conforma con situar a América en el comienzo de la communitas orbis, le asigna un destino ciertamente ligado a ese objetivo mundial, que imbrica a parcialidades como Oriente y Occidente en una nueva unidad, y recoge, por otra parte, la integración convergente de los saberes.
Me ha interesado particularmente la aproximación de Ramiro, en este libro, a fuentes míticas y poéticas que por nuestra parte hemos ahondado largamente, y que proyectan su significación ante una hermenéutica no prejuiciada por las fronteras del racionalismo científico. Recoger la riqueza iluminativa del profetismo o la fantasía poética no es mérito frecuente en s americanistas, a menudo encerrados en certezas documentales de otro signo. Lo he visto asomarse, con Fernando Aínsa, a las intuiciones señeras de Séneca, Dante y Antonio de León Pinelo, cuyo mapa profético habría sido anticipado por el propio Colón, cuyo proceso hizo Carpentier para decirnos que el juicio definitivo sólo podrían pronunciarlo los “escaldas”, es decir los poetas. De modo análogo, vero correctamente interpretado el sentido de la U-Thopy en Tomás Moro, santo católico que se resigna a morir ante el avance prepotente del protestantismo. Su utopía, que por mi parte he propuesto denominar eutopía, apunta visiblemente a América-el buen lugar- en que debía realizarse el ideal de humanidad, tanto personal como comunitario, incubado por el humanismo europeo. Vasco de Quiroga sería uno de los ejecutores de ese proyecto que hizo hablar a Silvio Zabala de la “invención de América”. Haber rescatado ese núcleo de ideas como base del desenvolvimiento histórico cultural de los pueblos hispanoamericanos es no poco mérito de este libro concebido con gran profundidad y realizado con prolija erudición.

Reafirma Ramiro Podetti, con la solvencia que le otorga su manejo interdisciplinario, la unidad interna de procesos culturales, filosóficos, científicos y tecnológicos, descubriendo una dirección de sentido intrahistórico que es inherente a la Historia de los pueblos y más aún a la Historia de la humanidad. Su apelación a Hegel, Toynbee, Braudel, lo confirma en este rumbo, marcando el progresivo asomar de la “ciencia nueva” postulada por Giambattista Vico.
La historia americana, hasta el momento periférica a los poderes centrales en lo económico-político, aparece a los ojos del autor como una reserva ética, cultural y espiritual de la humanidad, como el núcleo potencial de una nueva y más amplia ecúmene. Valoriza en tal sentido los pasos dados desde el siglo XVI en adelante, por figuras como Bernardino de Sahagún, precursor de la antropología y la etnografía de América y recopilador de los famosos diálogos de los doce franciscanos con los cacique nahuas. No puede menos que alegrarnos - ante tanta indiferencia y silencio- el reconocimiento de la labor humanística de las traducciones, la temprana instalación de la imprenta, la fundación hispánca de las universidades -no seguida de igual forma por los lusitano,la creciente transculturación de nuestros países, criticada o detenida por la Ilustración y sus seguidores, aún después de la emancipación. (Los recientes festejos del Bicentenario argentino, llevados adelante como espectáculo carente de fundamentos, así nos lo han mostrado).

Parecería que esta revaloración de la cultura colonial o indiana, como me gusta llamarla en coincidencia con Methol Ferré, fuese algo anacrónico o carente de vigencia en los momentos actuales, en que la cultura internacional urbana avanza con el apoyo de las redes técnicas. Sin embargo no es así, la cultura indiana sigue vigente en nuestra América, en sus leyes, instituciones, filosofía y religión, más reconocible en las provincias, en los ámbitos de las pequeñas o medianas ciudades, en los barrios y en todo ámbito no colonizado por el iluminismo universitario, como lo ha visto Kusch. Podetti ha sabido descubrirlo en su atenta observación del pensamiento y la cultura de los últimos siglos, sin ahorrarnos los brotes racistas emergentes del positivismo americano del siglo XIX que han afectado parcialmente a nuestros planes educativos. Los autores propuestos para su consideración en este libro vienen a reanudar su relación con el humanismo fundante, ya sea a través de los conceptos de mestización y trnsculturación, como a través de continuas recuperaciones éticas, estéticas, jurídicas y religiosas que son propias del humanismo. La sola elección de las figuras tratadas habla de una posición explícita contra el racismo, el totalitarismo y el pensamiento unificado. Frente a estos flagelos reales o potenciales en su tiempo se pronunciaron Rodó, con su bandera del humanismo americano; Francisco García Calderón, considerado por Podetti como su discípulo en el Perú ; Vasconcelos, impulsor de la idea de “raza cósmica americana”; Fernando Ortiz, investigador de las tradiciones folklóricas cubanas y autor del concepto de “transculturación” - que otros hemos tomado después como valiosa herramienta de comprensión de nuestra identidad-; y Víctor Raúl Belaúnde, con su idea de la “síntesis viviente”, proclamador de la urgente necesidad de la integración latinoamericana. Dos peruanos, un uruguayo, un mexicano y un cubano. En todos ellos va asomando y se hace plena la conciencia teórica de una América signada por la vocación del diálogo y el crecimiento de los pueblos hacia el universalismo.
La noción de la transculturación constituyente de la cultura hispanoamericana, central en este libro, es adjudicada, acertadamente, por Ramiro a la tradición católica, colocándose más allá de errores y complicidades con el poder que han tenido algunos miembros de la Iglesia. Esto me ha parecido de una gran valentía: Ramiro Podetti ha sabido salir al cruce de prejuicios anti-hispánicos, anti-mestizos y anticatólicos muy extendidos en la comunidad científica y universitaria. El indigenismo y la negritud, comprensibles cono defensa legítima de culturas postergadas, no pueden dar cuenta de la variedad y riqueza sincrética de la cultura latinoamericana. Basta mirar a nuestro alrededor, para recoger la variedad de costumbres, ritos, modos de comer, vestir y habitar, realizaciones estéticas, que matizan el mundo latino-indo-afro- americano amparado bajo los símbolos católicos, frente al mundo norteamericano, ajeno a la mestización y la transculturación, unificado por valores de vida del protestantismo. Tuvo que señalarlo Samuel Huntington, consejero de los líderes del Imperio, para que algunos universitarios de nuestra región empezaran a considerarlo.
Siguiendo el recorrido que este libro despliega, nos encontramos con una América entrevista como lugar de síntesis de pueblos y de culturas, singularmente preparada para una etapa universal ya avanzada por sus más preclaros pensadores y artistas, e impresa como orientación de su cultura, sus leyes y su vocación popular. No estoy muy convencida de que esa sea la posición de Enrique Dussel, citado en las últimas páginas como un de los mentores de Ramiro Podetti, si se tiene en cuenta que en los años 70 se expidió en contra del sincretismo, asentando la necesidad de “depurar” comunidades populares para convertirlas en comunidades cristianas. No comprender el rumbo nuevo de América ante pueblos desconocidos para el Occidente lleva a Dussel a hablar de un “Extremo Occidente” americano, en ves de rendirse a la realidad de la transculturación. Ha faltado al marxismo, y a los pensadores que le han sido próximos, la superación de la díada Oriente-Occidente por un tercero, una nueva entidad, teológicamente avizorada por Joaquín de Fiore como lugar del Espíritu.

Podetti ha señalado con lucidez el ocaso de los imperios, pese al poder económico-político que todavía se ejerce sobre pueblos más débiles. Veo en su obra apuntar decididamente un alegato contra el totalitarismo y sus secuelas. Podetti es contundente cuando contrapone el “multiculturalismo” surgido en el último tiempo en una Europa invadida por sus colonias, a la cultura integrada por la evangelización, llegada a su mayoría de edad aunque hoy avasallada y fragmentada por distintas vías. Una extensión de su mirada hacia la cultura popular hubiera reconfirmado y ampliado esta propuesta de Podetti, pero no podemos pedir tanto a un libro como el presente, suficientemente rico y abarcador.

Entiendo que se desprende de esta obra una posición política alejada de la continuidad occidentalista en sus diversas variantes, y fiel a la cultura de nuestros pueblos, expuesta en diferentes instancias por sus mejores pensadores. Tal es al menos mi lectura- que como toda lectura puede tener cierto grado de reinvención. No en vano Alfonso Reyes afirmaba que existen tantas obras como lectores- .
El libro de Ramiro Podetti, ya leído hace algunos años y ahora retomado con fruición y devoción, me parece motivador, necesario y particularmente oportuno en estos tiempos de confusión e incertidumbre. Lamentablemente hoy estamos ante una nueva encrucijada en que se define el destino subcontinental, y se pone a prueba la continuidad de ese valioso legado humanista, evangélico y universal, diseñado y explicitado con firmeza en su obra. Estimo que ella debería constituirse en una valiosa herramienta de nuestra educación, y en un aporte insoslayable para quienes ensayan planteos de integración continental sobre bases ajenas a la índole de nuestros pueblos.

Graciela MaturoBuenos Aires, 22 de septiembre de 2012

Prof GB

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